Creo que pocas veces me he sentido genuinamente aterrado de lo que el acontecer político pueda desatar sobre el país. Tras la experiencia de Merino, en la que las incipientes almas hijas del TikTok dejaron de lado su desconexión y decidieron alzar su voz de protesta, no parece que el panorama haya cambiado mucho. Se fue Sagasti, llegaron las vacunas, pero el país entró en una pugna constante por ver quién tiene o no la razón. Entre perulibristas, cerronistas, castillistas, fujimoristas, golpistas y básicamente cualquier cosa que termine en "istas", la división del país es latente; la fragmentación es el reflejo de nuestra situación.

     En lo que al análisis coyuntural se refiere, una figura a quien sigo atentamente (aunque no ciegamente) es la destacada abogada y periodista Rosa María Palacios. Su transmisión diaria en RTV ofrece una visión informada tanto en el campo de la data per se  (osea los hechos), cuanto en el tecnicismo jurídico de las situaciones que van aconteciendo (de ahí que enriquezca bastante al programa el que RMP domine el periodismo y el derecho). Gracias a ello, Rosa María se puede dar el lujo de brindar predicciones (sesgadas, desde luego, pero se entiende), en base a un análisis previo, con la intención de proyectarse sobre qué jugadas se pueden dar ya sea en el Congreso, el Ejecutivo o cualquier instancia sobre la que considere prudente el pronunciarse. Habiendo sentado las bases sobre por qué me parece interesante e importante escuchar este programa, paso a señalar que el emitido el pasado jueves 21 me pareció sencillamente escalofriante.

     Puedo jactarme de ser joven, tener proyectos venideros y una visión romántica e idealista sobre mi futuro; por eso también empatizo con quienes, como yo, anhelan un cierto grado de estabilidad en el gobierno que garantice tanto crecimiento económico, como progreso social y cultural, lo básico, vamos, que nos permita centrarnos en nuestros asuntos personales y laborales, sin tener que preocuparnos por caer nuevamente en una crisis como la de noviembre...o peor.

      Pero soslayar ese tipo de problemas es errado; Platón decía que el precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres.

      Es un anhelo imposible, pero no quiere decir que debamos comernos las uñas ante el suspenso en que nos embarga la incertidumbre.

     Lamentablemente, incertidumbre es una palabra demasiado presente en nuestro léxico; y quienes tienen la capacidad (y el atrevimiento) de suponer qué ha de pasar, como en este caso Rosa María, pintan una cancha desalentadora, por decir lo menos.

     El Legislativo aprobó por insistencia una ley que modifica la Cuestión de Confianza -saltándose de paso el proceso constitucional de los 87 votos en dos legislaturas- y con ello, obligando al Ejecutivo a presentar un reclamo ante el Tribunal Constitucional. Dicha entidad ya afrontó esa situación con anterioridad: en el 2018, tras una acción de inconstitucionalidad (7 votos a cero); en el 2019, tras una acción competencial (4 a 3). El pueblo mismo, en el referéndum planteado por Vizcarra, eligió no optar por la bicameralidad (que incluía la reforma de la cuestión de confianza).

    Esta vez, como lo plantea RMP, el TC no parece querer seguir sus precedentes; una vez (hipotéticamente) ratificada la ley, el Congreso es invencible. Vacarán a Castillo -con anuencia de Cerrón-, vacarán a Boluarte -alegando que está investigada por lavado de activos y ello constituye "incapacidad moral"- y la crisis se desatará... de nuevo.

     La ley de la termodinámica funciona así: cuando las tensiones se acumulan, ocurre una acción de ebullición. En este caso, un pueblo harto, una muchedumbre humillada, indignada ante el accionar del Congreso, se va alzar.

    Se suele decir que en el Perú la historia se repite, que somos un Macondo en potencia, que aquí reina lo real maravilloso. Todo parece indicar que es verdad.